¿Alguna vez te has preguntado por qué un año dura 365 días y por qué, cada cuatro años, tenemos un día extra en febrero? Para obtener respuestas a estas preguntas, debemos retroceder en el tiempo hasta la antigua Roma.
El calendario romano y el origen de los años bisiestos
Los romanos seguían un calendario de 355 días basado en los ciclos y fases de la Luna. No obstante, para compensar la desincronización con las estaciones, añadían un mes extra, llamado Mercedonius, cada dos años. Sin embargo, en el 45 a.C., el emperador romano Julio César cambió las reglas del juego e introdujo un calendario solar. Este nuevo sistema, conocido como calendario Juliano, añadía un día extra a febrero cada cuatro años.
El ajuste del calendario Gregoriano
El calendario Juliano no era perfecto. Se descubrió que la Tierra tarda un poco menos de 365,25 días en girar alrededor del Sol, más precisamente 365.24219 días. Para corregir este pequeño margen de error, en 1582, el Papa Gregorio XIII hizo una modificación. Añadió un día extra cada cuatro años, pero con una excepción: se omitiría en los años centenarios, a menos que fueran divisibles por 400. Esta modificación resultó en lo que ahora conocemos como calendario Gregoriano.
La importancia de los años bisiestos
Los años bisiestos son esenciales para mantener sincronizado nuestro calendario con las estaciones. Sin ellos, nuestro calendario se desincronizaría gradualmente con las estaciones.
Otros calendarios y sus ajustes
No todos los calendarios siguen el mismo sistema. El calendario judío, por ejemplo, agrega un mes bisiesto en un ciclo de 19 años. Por otro lado, el calendario islámico sigue las fases de la Luna y no añade días extra, lo que provoca que las fechas clave se adelanten cada año.
La astronomía y su papel en la medición del tiempo
La medición del tiempo tiene sus raíces en la astronomía, una ciencia que se creó para dar sentido a nuestras vidas diarias, vinculando eventos con fenómenos celestes. Las herramientas y métodos de los antiguos astrónomos aún son útiles hoy en día. De hecho, aquellos que estudian física y astronomía buscan comprender el funcionamiento del universo y nuestros orígenes, basándose en gran medida en estos antiguos métodos.