Los simios tienen una capacidad asombrosa de reconocer las caras de familiares y amigos, incluso si no los han visto durante décadas. Un estudio reciente liderado por la bióloga evolutiva Laura S. Lewis ha lanzado luz sobre esta fascinante habilidad.
Una memoria social duradera en los simios
El estudio se realizó con 26 simios, incluyendo chimpancés y bonobos, en diversas instituciones alrededor del mundo. Un bonobo de 46 años fue capaz de reconocer a dos parientes que no había visto desde 1995, marcando el récord de la memoria social más duradera registrada en un animal no humano.
Métodos del estudio
Para este estudio, los simios se familiarizaron con una computadora que mostraba dos imágenes mientras ellos bebían jugo. Una de las imágenes mostraba la cara de un viejo amigo, pariente o enemigo, y la otra mostraba una cara desconocida. Un dispositivo de seguimiento ocular registraba la atención visual del simio. Los resultados mostraron que los simios miraban significativamente más tiempo las fotos de sus antiguos compañeros de grupo.
La memoria social en otros animales
El reconocimiento de rostros entre simios no es un caso aislado. En 2013, los delfines demostraron la capacidad de reconocer los silbidos de su especie incluso después de 20 años sin contacto. Y recientemente, se descubrió que las madres y las hijas de los elefantes pueden reconocerse por el olor incluso después de 12 años.
Implicaciones del estudio
Estos hallazgos indican que la vida social y los recuerdos de otros animales han sido subestimados. Los simios, en particular, también muestran una tendencia a reconocer a sus cuidadores humanos después de largos periodos de separación.
El estudio respalda la idea de que compartimos mecanismos de procesamiento facial similares con nuestros parientes simios. Los simios prestaban más atención a las caras familiares de viejos amigos con los que tenían relaciones más estrechas.
La memoria a largo plazo de las caras, tal como se ve en los simios, podría remontarse a nuestro último ancestro común, de hace más de 6 millones de años. Estos resultados podrían ayudar a explicar cómo evolucionamos la capacidad de recordar miles de caras durante décadas.