La majestuosa Gran Esfinge de Giza ha sido objeto de fascinación y misterio durante siglos. Un nuevo estudio sugiere que esta antigua maravilla pudo haber recibido ayuda en su formación a partir de una inesperada aliada: la naturaleza.
La Esfinge y los elementos naturales
Desde la década de 1950, ha habido especulaciones sobre el papel que la naturaleza pudo haber desempeñado en dar forma a la Esfinge. Experimentos recientes de dinámica de fluidos ofrecen una posible explicación: las rápidas ráfagas de viento podrían haber esculpido la estructura en su conocida forma de “león reclinado”, sin la necesidad de intervención humana. El estudio llevado a cabo implicó el uso de trozos de arcilla expuestos a corrientes de agua rápidas para simular la fuerza del viento y observar qué formas emergían.
El viento y la erosión en la formación de la Esfinge
Algunos expertos sostienen que, aunque el viento es menos potente que la lluvia o las inundaciones, podría haber modelado la forma general de la Esfinge. Las formas resultantes del experimento se asemejan a yardangs, rocas contorneadas que se pueden encontrar en muchos desiertos donde los vientos levantan arenas para lanzarlas contra todos los obstáculos. Los yardangs contemporáneos a menudo tienen la apariencia de animales sentados o acostados, lo que respalda las conclusiones del estudio.
El papel de los antiguos egipcios
Pese a la posible influencia del viento y la erosión naturales, no cabe duda de que los antiguos egipcios también jugaron un papel significativo en la formación de la Esfinge. En 1980, Farouk El-Baz, un antiguo geólogo de la NASA, propuso que los ingenieros de la época podrían haber remodelado la cabeza de la Esfinge a imagen de su rey. Además, sin una profunda comprensión e influencia de la naturaleza, los monumentos egipcios no habrían resistido las duras condiciones de su entorno durante tanto tiempo.
El estado actual de la Esfinge
La erosión de la Esfinge continua hasta el día de hoy. A pesar de esto, la Esfinge sigue en pie a una altura de 20 metros y una longitud de aproximadamente 73 metros, habiendo superado con creces el conocimiento de su significado original. Este monumento arqueológico es un testimonio de la increíble destreza técnica y el respeto por la naturaleza de los antiguos egipcios.
Este estudio fue publicado recientemente en Physical Review Fluids.