Con el inicio del verano, es común escuchar términos como ‘canícula‘ y ‘ola de calor‘, que muchas veces se usan indistintamente, creando confusión acerca de lo que realmente significan. Aunque ambos términos están relacionados con temperaturas altas, tienen características propias que los hacen diferentes. Es importante entender estas diferencias para poder prepararse adecuadamente ante los efectos del calor en verano.

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¿En qué consiste la canícula?

La canícula se refiere a un período anual donde el calor es especialmente intenso y las temperaturas medias son las más altas del año. No se trata de un evento meteorológico aislado, como una tormenta o un frente frío, sino de una etapa climática regular y predecible dentro del verano. Este tiempo se caracteriza por una notable constancia en el incremento térmico anual.

Este fenómeno suele presentar temperaturas significativamente elevadas. En el hemisferio norte, la canícula típicamente comienza unas semanas después del solsticio de verano, que ocurre el 21 de junio. Generalmente, este período se extiende desde mediados de julio hasta mediados de agosto, aunque su duración puede variar de cuatro a siete semanas, dependiendo de la latitud y las condiciones climáticas de cada área geográfica.

¿Qué es una ola de calor?

Una ola de calor es un fenómeno meteorológico extremo y específico donde las temperaturas se elevan de manera anormal y se mantienen altas durante varios días consecutivos. A diferencia de la canícula, que es un período esperado, la ola de calor es considerada una anomalía. Este evento excede los límites normales de temperatura para un tiempo y lugar determinados.

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Peligros asociados con la canícula

La canícula, al ser un lapso prolongado de calor intenso típico del verano, implica ciertos riesgos debido a la exposición prolongada y acumulativa al calor. Esto puede sobrecargar gradualmente la capacidad del cuerpo para regular su propia temperatura.

  • Deshidratación: La pérdida continua de líquidos y electrolitos debido a la sudoración excesiva es un riesgo común.
  • Agotamiento por calor: Este se manifiesta a través de síntomas como fatiga severa, debilidad, vértigo, náuseas, dolores de cabeza, calambres musculares y una sudoración intensa.
  • Exacerbación de enfermedades crónicas: El calor adicional puede agravar los síntomas en individuos con enfermedades preexistentes.
  • Trastornos del sueño: Las altas temperaturas nocturnas pueden interrumpir el descanso adecuado, llevando a fatiga y dificultad para concentrarse.
  • Intoxicaciones alimentarias: El aumento de la temperatura acelera el crecimiento bacteriano en los alimentos, elevando el riesgo de enfermedades transmitidas por alimentos mal manejados.

Riesgos de una ola de calor

Las olas de calor, siendo episodios de calor extremo y no habitual, representan un riesgo mucho más grave e inmediato para la salud pública, con un alto potencial de causar mortalidad y morbilidad.

  • Golpe de calor: Es el peligro más serio y frecuentemente causa muertes relacionadas con el calor. Puede resultar en daño cerebral irreversible, fallo de múltiples órganos y la muerte si no se trata urgentemente.
  • Aumento de mortalidad: Durante una ola de calor, se observa un incremento notable en la mortalidad, así como en las admisiones hospitalarias por problemas relacionados con el calor.
  • Descompensación aguda de enfermedades crónicas: El estrés extremo impuesto por el calor puede provocar exacerbaciones agudas en enfermedades del corazón, pulmones o riñones.
  • Problemas neurológicos: Además de la confusión y el delirio vinculados al golpe de calor, puede haber un deterioro en la función cognitiva y un aumento en la irritabilidad.
  • Saturación de servicios médicos: Un aumento repentino en emergencias y hospitalizaciones por calor puede sobrecargar los servicios de salud.

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